lunes, 19 de octubre de 2009

Lauro el Escribano


Don Laurito era un humilde escribano que vivía en un remoto y bello pueblecito llamado San Rosalío de los Capulines. Uno de esos escribanos de Kiosko en pueblos pequeños que se vuelven un hervidero de personajes en esas tardes de sábado. Escribano de filosofía concreta aunque cotidiana y con dotes de sociología teológica compartida. ¿Compartida con quién?- preguntará el lector- Compartida nomás- responderá el autor.

Solo la compartía, no importaba con quién pero a todo mundo le contaba sus teorías. Que si el mar era una mierda, que si escribía de ésto y de aquéllo, que si no cantaba el gallo. En fin, un auténtico crítico, con fundamentos probados y probos.

Escribía en prosa sencilla, con ritmo y claridad. Parecía a ojos- y oídos- entrenados más canturreo que nada. Sus textos saltaban a la vista y hacían la vista saltar... de alegría. Aunque no siempre fue alegre siempre conoció el significado gramatical de la alegría. La practicaba digamos como disciplina aislada no necesariamente acompañándola de la felicidad. Era por tanto un alegre plástico, pero funcional.

Tenía Don Laurito un pequeño árbol de guayabas, que nunca en la vida dio una sola guayaba. Daba más bien "ideas", que con paciencia recogía Lauro Ballesteros- Así se llamaba oficialmente Laurito- y convertía tras darle forma con asidua insistencia, en profundas reflexiones o en elaboradas fantasías... sexuales en ocasiones, políticas en otras.

Permanecía entre semana horas y horas sentado bajo el guayabo-a veces incluso se trepaba- tratando de arreglar el mundo con fines estrictamente hermenéuticos.

Disertaba y disertaba consigo mismo, siempre con el respeto que exige un diálogo entre "gentlemen" y siempre llegaba a una conclusión medianamente cercana a la verdad. O lo que fuese que pretendiere.

Hace unas semanas Don Laurito se fue de viaje, no dijo a donde iría, solo juró que regresaría con un verdadero árbol frutal. ¿Qué árbol traerá?-preguntaron algunos-.
Uno que de ideas maduras- contestó Laurito-. Fue así como nació la televisión...

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